Ya es hora.

Saldrás por los noticieros mañana,
“muertos”.

Nos ellos, los nosotros, vosotros
muertos,
que envuelven cada palabra
con la risa del fatídico relato
de la realización
de los males,
los panes,
los días,
las manos,
los ojos,
todo perdido, para que uno,
vos,
u otro,
sea algo mil años después.

Marx, ese maldito marciano,
aun nos desea el mal:
pesa como pesadilla.

¿Has pensado en los puertos de Chile?
Son hermosos ciertamente,
incluso cuando los astilleros se prenden fuego,
cuando nadie los conoce,
cuando meramente los intuimos como inefables.

Esos rostros de cabros
me destrozan el diapasón,
es la mismísima manera
absolutamente absurda:
la cosa mas hermosa se haya en la nada,
en los NO, que tienen nada,
mas específicamente.

Bueno,
Marcuse,
pero no abuse…

Y las drogas, la traición, y el miedo,
lo peor que tenemos por aquí y por allá,
satisfacen mis rudimentarios malestares
como el agua calma cada bullicio,
las tormentas del verano lavan los tejados,
inundan los ranchos de chapa.

Contradicciones,
de eso se alimenta el poema,
y la historia,
y las guerras,
los soles,
los amores.

Te amamos tanto idiota,
que incluso creamos la manera mas hermosa,
que creamos el futuro y el pasado,
que hicimos a un negro blanco
(y sin mascaras Franz)
que creamos las bisagras,
las duchas,
que Althuser mato a su esposa por
los días y las noches
y la eternidad.

En el noticiero hablaban de un muerto,
extrañamente no era yo,
era un muerto,
cosas que pasan pensé,
cosas que tienen que pasar,
para que pese algo de todo esto:
El bronce, los gitanos, los corazones.

El café de la esquina aun esta abierto…
ya es hora.